Saturday, December 30, 2006

CHORAM OS HERMANOS

Li na edição eletronica de um grande jornal da Argentina no dia seguinte após a final da Copa das Confederações, entre Brasil e Argentina, alguns meses antes da Copa 2006 da Alemanha,
Fiquei muito impressionado com a visão do reporter, pois no mundo do futebol normalmente as paixões costumam turvar a vista, e esta foi esplendida, como aliás foi esplendido o resultado da partida.
Apesar de estar em espanhol, dá perfeitamente para entender.

Los diez golpes que llevaron al knock-out
Por Daniel Arcucci Enviado especial

Las razones de la caída; desde la inseguridad de Lux hasta la insistencia de Sorin por jugar de N° 9; desde la influencia de Riquelme hasta el agotamiento físico


FRANCFORT.- Quedó escrito tras el ahora todavía más costoso triunfo ante México, el que permitió la clasificación para esta final que más de uno querrá olvidar rápidamente. Quedó escrito que no le habían alcanzado aquellos 120 minutos para demostrar suficiente maduración como equipo y que le habían sobrado esos mismos 120 minutos para estimar que, por más cansados y apagados que los brasileños estuvieran, afrontar el clásico de los clásicos sudamericano jugando así, la exponía a más riesgos de los habituales, que no eran pocos. Pero ni los más sensatos análisis suponían la exposición del equipo argentino a semejante paliza. ¿Por qué pasó lo que pasó, entonces?
1 Porque si va a jugar Sorin de 9, mejor sería poner a un 9. No es arbitrario empezar por este punto, ya que involucra al entrenador, al capitán y, por si algo faltara, condiciona al resto del equipo. Una cosa es que Sorin, con su habitual espíritu ganador, aparezca por sorpresa en el área o se juegue heroicamente cuando ya no queda tiempo y se intentó todo sin conseguir nada. Y otra cosa es que Sorin se plante desordenadamente en el área desde el comienzo mismo del partido, molestando a sus compañeros en esa zona, recargando de trabajo a sus socios en el medio campo y liberando a sus rivales que, como Kaká, aprovechan el espacio regalado y se divierten.
2 Porque Riquelme se nota mucho cuando juega bien, pero se nota más cuando juega mal. Negar el talento valiente de Román, capaz de mostrarse siempre para ocuparse de la pelota, es tan necio como negar que cuando no está en su noche, o está cansado, exaspera.
3 Porque Aimar todavía no es Aimar. Si no se tuviera el conocimiento concreto de que a Pablo lo trajeron aquí exclusivamente para reinsertarlo en el grupo, para reacondicionarlo al ritmo de la alta competencia, para fortalecerle su autoestima, sería lógico caer en el facilismo de la "riquelmedependencia" de este equipo. Pero lo cierto es que, hoy, Aimar no es ni siquiera una alternativa. Es, apenas, nada menos, una gran apuesta para el futuro.
4 Porque todavía no hay un arquero y tampoco un? Ayala. Germán Lux tuvo casi tan poca responsabilidad en los cuatro goles brasileños como continuidad y experiencia tiene en el arco de su club. Y lo último se vuelve más notable que lo primero: siempre insinúa inseguridad. Por lo demás, la tarea que aquí le tocó a Coloccini -siempre en el límite del reglamento, muchas veces más allá con la complicidad de los árbitros- le garantiza a Ayala una jubilación a largo plazo en el puesto.
5 Porque se esperó demasiado al goleador. Aquel principio de que al artillero hay que dejarlo, tuvo su desmentida en Figueroa. Los tres goles ante Australia lo atornillaron al equipo titular aunque el pobre Luciano -más allá de su gol a México- castigó a la pelota durante todo el resto de la Copa. No hubiera estado mal probar un poco más cómo se relacionaba con ella Carlos Tevez, por ejemplo.
6 Porque el agotamiento físico no perdonó. Fue para los dos, es cierto. Pero a la Argentina le llegó tarde y mal. Las secuelas de la batalla contra México estaban marcadas en los cuerpos del 90% de los jugadores que salieron a enfrentar a Brasil. Y tanto se habló de eso, que ninguno fue capaz de quitarse ese peso de la cabeza.
7 Porque esta vez no alanzó con el orgullo. La vigilia hizo coincidir a todos: estos clásicos se juegan con el corazón, no con las piernas ni con la cabeza. Todo indica que quienes hablaron en portugués, mintieron.
8 Porque la segunda línea de Brasil fue de primera. ¿No está Cafú? Centro de Cicinho. ¿No viene Ronaldo? Hay que ver si este Adriano le hubiera dado su lugar. ¿No viajó Roberto Carlos? Ah, ¿ése se llama Gilberto? Saudade, lo que se dice saudade, la Argentina tuvo de Crespo, de Mascherano, de Lucho González, de Abbondanzieri, de Ayala?
9 Porque se provocó al monstruo. Durante toda esta Copa de las Confederaciones, Brasil trabajó sobre los errores en el Monumental: distracciones y desequilibrio a la hora de recuperar la pelota, pasividad y lentitud en sus creadores. En el Waldstadion, el pentágono -Zé Roberto, Ronaldinho, Kaká, Robinho y Adriano- aplicó todo su poder. Y, encima, al final fue piadoso.
10 Finalmente, porque la máxima de Diego Simeone, tiene más vigencia que nunca: Brasil tiene cracks; la Argentina, buenos jugadores.
Por Daniel Arcucci Enviado especial

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